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Carlos Vargas se confiesa: la herida, el rechazo y la búsqueda de amor propio

Todos conocemos a Carlos Vargas, el hombre irreverente, carismático y sin pelos en la lengua que desde la televisión y la radio nos ha mantenido al tanto de los chismes y el entretenimiento. Sin embargo, en el episodio de hoy de Bravíssimo Sin Tapujos, el Podcast, conducido por Mónica Molano, conocimos a un Carlos diferente, al ser humano detrás del personaje, a la esencia y a la historia de resiliencia que lo ha forjado. 

 

 

En la conversación, Carlitos Vargas abrió su corazón y compartió episodios íntimos de su vida; recordó cómo, desde niño, era objeto de burlas por su orientación sexual, y cómo no sabía de qué manera expresarlo a sus padres, quienes provenían de un hogar heteronormativo. Con voz entrecortada confesó: “Un día, arrodillado frente a la cama, le decía a Dios: perdóname por ser así, te prometo que no voy a tener a nadie en mi vida sentimental con tal de que mis papás me amen”. 

 

 

Este relato no solo revela su dolor infantil, sino también el profundo temor que cargaba sobre sus hombros. A raíz de la muerte de su tío, la tristeza más grande de su abuela, Carlos decidió convertirse en “el hijo de su abuela”, asumiendo roles y responsabilidades que no le correspondían para intentar sostener a su familia. “Me volví el esposo de mi mamá, el papá de mi papá”, recordó, reconociendo que ese peso lo hacía explotar en mal genio y conflictos con sus padres. 

 

 

En un acto de total honestidad, Vargas explicó cómo su cuerpo también fue un refugio. Confesó que su aumento de peso fue una forma inconsciente de protegerse del rechazo afectivo: “Busqué la gordura para que me rechazaran y así poder decir que no tenía novia por gordo”. Este mecanismo defensivo terminó derivando en una depresión breve pero intensa, que lo llevó a cuestionarse profundamente y a prestar atención a su salud mental antes de que la situación se agravara. Hoy, reconoce que incluso su deseo de ser padre, en algún momento, fue más un intento por llenar vacíos emocionales que una verdadera vocación. 

 

 

Carlos fue claro en confesar que hoy se siente más sereno, más tranquilo y menos apresurado. Aunque sigue lidiando con ansiedad ocasional, ha aprendido a escuchar las señales de su cuerpo como la respiración o el nervio vago para reconocer sus límites. 

 

 

Además, en redes sociales ha compartido frases como “no hay peor maltratador en mi vida que yo mismo”, refiriéndose al diálogo interno que todos mantenemos y que, en su caso, se traduce en autocrítica constante. Sin embargo, también admite que estas heridas de infancia son las que le han dado dirección y carácter, convirtiéndolo en un hombre amable, sociable y resiliente. 

 

 

Para Carlos Vargas, el sentido de la vida está en vivirla con lo que hay, no en idealizar ni planearla obsesivamente, sino en leer las señales que la vida nos muestra, mantenernos en el presente y aceptar tanto lo bueno como lo no tan bueno. “La vida hay que disfrutarla con lo que viene, porque lo bueno y lo no tan bueno hace parte de la vida”, resumió. 

 

 

Este episodio de Bravíssimo Sin Tapujos no solo permitió conocer la vulnerabilidad de un personaje público, sino también ofreció un espejo para quienes, como él, han cargado heridas de infancia y han aprendido a transformarlas en fortaleza.

 

 

La charla con Mónica Molano fue, más que una entrevista, un acto de catarsis y autenticidad que invita a la empatía y a la reflexión sobre nuestras propias historias. 

 

 

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